"Arquitectura, ciudad y activismo" son las palabras que definen a Taller ACÁ, una práctica emergente liderada por Jorge Villatoro y Hans Schwarz en la Ciudad de Guatemala. Entre sus proyectos se encuentran la Tiny House Quinn y el Centro Comunitario Plantando Semillas, que recientemente fueron seleccionados como los ganadores de Premios Danta en la Bienal de Arquitectura de Guatemala 2023. En la siguiente conversación, Villatoro y Schwarz nos cuentan en detalle sobre sus inspiraciones, procesos de trabajo y futuras proyecciones de la arquitectura, tanto en el país como en Centroamérica.
Fabian Dejtiar (FD): ¿Cómo funciona Taller ACÁ? ¿Cómo es trabajar en Guatemala?
Hans Schwarz (HS): Guatemala es un contexto complejo - en el sentido de las dinámicas urbanas en torno a cada proyecto. Poco a poco hemos estado viendo como la arquitectura reconoce su papel activo dentro de la ciudad. Creo que los retos de los proyectos que hacemos es que puedan contribuir cada vez más y de una mejor manera a ese contexto. Actualmente somos más o menos 14 personas. La mayoría arquitectos jóvenes y talentosos. Los proyectos que hacemos están siempre enfocados hacia las personas y procuramos siempre contribuir a estas dinámicas urbanas y a este contexto inmediato.
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Guía de arquitectura moderna en Ciudad de GuatemalaJorge Villatoro (JV): Hace poco más de siete años decidimos asociarnos, sobre todo con una visión común. Bautizamos la empresa como ACÁ, con esta idea de valorar lo local y valorar el reconocimiento de que trabajamos acá, en este contexto. Creo que lo apasionante de trabajar en Guatemala y en la región son todos estos desafíos en los que Centroamérica ha estado. Aparece América del Norte, América del Sur, pero América Central parece como olvidada, como que todavía está por descubrirse y para nosotros es un mundo. Es una tarea importante, la de ir rescatando todo el legado que viene desde hace mucho tiempo, porque hemos tenido buenos referentes arquitectónicos, sin embargo, estos no han sido tomados en cuenta por mucho tiempo.
FD: Hablando de referentes, ¿Cuáles serían para ustedes?
JV: La arquitectura prehispánica, que nos debería influir mucho, pero también la arquitectura española, que nos dejó un buen legado. Creo que Guatemala también tuvo su época clásica que todavía la recordamos con gran parte del modernismo. Tenemos el Centro Cívico y estos referentes que involucraban a la plástica y el espacio público. Creo que el referente mayor es Efraín Recinos, autor del Centro Cultural Miguel Ángel Asturias, y otros como Jorge Montes, Carlos Haeussler y Raúl Minondo. Vale la pena tenerlos así como entender bien hasta donde llegaron, porque al final es una referencia que nos están pasando a esta generación y que ahora también la tenemos que pasar a la siguiente generación.
HS: Jorge y yo nos conocimos trabajando en la municipalidad, en la unidad llamada urbanística, que tuvo un momento de mucho auge y que de hecho continúa con proyectos de espacios públicos interesantes. Tuvimos la oportunidad de trabajar con otras personas que se han vuelto maestros para nosotros y de quienes aprendimos muchísimo con una dinámica de colaboración constante. Aquí entendimos un poco más sobre el rol de la arquitectura pública y la importancia del espacio público. Esto fue algo que trasladamos y que ahora ha tratado siempre de estar muy presente en lo que nosotros hacemos.
FD: ¿Cómo es la arquitectura contemporánea de Guatemala para ustedes?
JV: Se encuentra respondiendo al mercado pero al mismo tiempo está buscando tener un discurso, una voz. Desde ahí buscamos destacarnos al encontrar muchos de los valores locales. Creo que esto es una oportunidad. Guatemala probablemente tiene mucha escasez, mucha pobreza en algunos lugares, y creo que nuestro trabajo ha sido una respuesta hacia eso. Estamos con otros colegas también, que creo que se suman hacia esa construcción de país. Y creo que la arquitectura contemporánea está en proceso. Está en construcción.
HS: Realmente es un tema de las palabras que escoges para decir las cosas, porque realmente cuando hablamos de una lógica de mercado hablamos también de entender cuáles son las necesidades y aspiraciones de la gente. Alguien podría decir que son consumidores, otros podría decir que son ciudadanos, pero trabajar para estas mismas personas es algo interesante. Es que el mercado está cambiando y busca pedir una mejor ciudad. Lo que antes eran grandes muros ahora buscan ser grandes ventanas y lo que antes eran entradas vehiculares como una prioridad principal, ahora se traduce en aceras más amplias. Pero finalmente entendemos la lógica del mercado, la lógica de los usuarios y de los ciudadanos. Así que sí, de la misma forma, si pensamos en la arquitectura contemporánea, Guatemala está en construcción.
FD: ¿Cómo esto se termina por traducir en su proceso de trabajo? ¿Cómo es el día a día en la oficina?
HS: Se refleja en el mismo espacio que tenemos. La idea del espacio es que no tenemos lugares fijos, tenemos lugares flexibles. Te puedes sentar de acuerdo a con quien estás trabajando. Cada proyecto tiene como su propio equipo. Buscamos que este talento que está hoy en el taller pueda aportar desde sus fortalezas a cada proceso. Tenemos clarísimo que todos tenemos personalidades distintas con perfiles completamente diferentes, pero eso es lo que hace un proyecto muchísimo más rico y los mejores proyectos del taller es cuando logramos de verdad sumar todas las fortalezas. Esto solo viene de la riqueza de trabajar colaborativamente y creo que todos los proyectos que pasan por acá se benefician un poquito de esas múltiples visiones.
JV: Nombrarnos como un taller nos recuerda que no somos una oficina como tal, impulsiva, rígida, sino que nos recuerda a esta experiencia en la cual podemos abrir los planos, rayar. Cabe mencionar que trabajamos con dos frentes, y no es de que uno sea el creativo y el otro sea el financiero, sino que probablemente nos toca jugar esos distintos roles al mismo tiempo y conformar distintos equipos, siempre procurando cruzarnos para recibir retroalimentación. Creemos en ese espíritu de crítica, ese espíritu de sumar a todos en los proyectos, es algo muy beneficioso y que tratamos de tenerlo en todos los proyectos incluso en las casas, y hasta tenemos clientes que están aquí en el taller moviendo piezas y rayando. Esto también desde proyectos sociales hasta proyectos inmobiliarios, sumamos a los ejecutivos a la exploración de áreas, a cuestionarnos cómo podemos mejorar la arquitectura. Siempre nos movió esta idea de hacer arquitectura, hacer ciudad y ser activistas.
FD: ¿Nos pueden contar sobre un proyecto del que se sientan orgulloso?
JV: No tenemos ningún hijo preferido. Atesoramos todos los proyectos con muy buenos recuerdos. Vale la pena mencionar la Casa Ronald McDonald, que fue un concurso que nos invitaron oficialmente y nosotros como una firma joven lo agarramos como a ganar o ganar el campeonato. Recuerdo que se participó con la Fundación e hicimos este voluntariado para conocer muy bien a los usuarios. También está el Centro Comunitario Plantando Semillas, que es un proyecto que llevó cinco años, desde el primer sketch con talleres participativos hasta un tiempo de recaudación de fondos y su construcción. Otro fue la Tiny House, con este proyecto que es casi como diseño industrial, en el que tuvimos la suerte de tener a Gaby, nuestra clienta, que realmente nos dio mucha libertad para trabajar.
HS: Recuerdo también el proyecto de Mil y una noches, que realizamos en colaboración con los amigos de Little Coins, otra firma de arquitectura e interiorismo. Fue muy valioso sumar fuerzas para para salir adelante. Pero el reto era como hacer un proyecto que iba a ser temporal y que eventualmente se iba a demoler. Entonces la historia de las mil y una noches fue sobre cómo podemos contar historias para que la gente se enamore de un proyecto. Este tenía una temporalidad, y el tiempo terminó. Habrá otro proyecto inmobiliario ahora, pero queríamos recordar e intervenir un proyecto que hasta habíamos estudiado en la universidad: la sede central del antiguo BANEX (Banco de Exportación), que fue un banco en los ochentas, brutalista.
FD: ¿Y ahora en qué otros proyectos se encuentran trabajando?
HS: Actualmente estamos colaborando con la firma de paisajismo Native Asia, de Phnom Penh, Cambodia. Mucho de esto es tratar de entender qué funciona en el lugar. Y realmente se trata de una arquitectura que sale a partir del paisaje. Normalmente se hace la arquitectura y luego el paisajismo viene después. Pero este proyecto sale primero del paisajismo. Entonces eso fue una sorpresa interesante, donde conectamos muy bien con el cliente y con otra cultura. También pudimos aplicar también otras tecnologías. Por ejemplo, todo el tema BIM creo que contribuyó grandemente a poder identificar esas integraciones, sobre todo por la distancia que teníamos para hacer las cosas, porque sí que era un proyecto que estaba en desarrollo las 24 horas. Trabajamos la arquitectura y teníamos cruces con ingenierías, nos íbamos a dormir y luego nos despertábamos con las ingenierías ya resueltas.
Estamos trabajando también en Honduras, tenemos un proyecto recientemente terminado, el Beta Building, que fue un proceso atípico, sobre todo porque la construcción fue cuando empezó la pandemia. Ahí aprendimos que es posible supervisar con videollamada. Lamentablemente no pudimos viajar tanto como si hubiera gustado. Nos solicitaron hacer un proyecto donde pudieras trabajar en espacios habitacionales y donde al mismo tiempo, eventualmente, se pudiera convertir en una casa. El segundo proyecto que estamos haciendo aquí es Duna Residences, en una zona especial de desarrollo económico, donde se están instalando ya muchas empresas y se está empezando a generar una demanda de trabajo y de vivienda, por lo que nuestra respuesta fue tipología de uso mixto.
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